Seguridad

El Clan del Golfo, un gigante minero chino y mineros artesanales se disputan el oro colombiano

Una mortal guerra subterránea enfrenta a la empresa minera china Zijin Mining con el Clan del Golfo, mientras miles de mineros artesanales luchan por sobrevivir entre balas, explosiones y desesperación económica.

Un minero carga un caballo con bultos de roca llena de oro, extraída de una mina ilegal en San Antonio, un asentamiento remoto en las montañas cercanas a Buriticá, en el departamento de Antioquia, Colombia. [Raúl Arboleda/AFP]
Un minero carga un caballo con bultos de roca llena de oro, extraída de una mina ilegal en San Antonio, un asentamiento remoto en las montañas cercanas a Buriticá, en el departamento de Antioquia, Colombia. [Raúl Arboleda/AFP]

Por Entorno |

En lo profundo de las montañas de Buriticá, en el departamento colombiano de Antioquia, se libra en la oscuridad una brutal guerra por el oro.

Más de 100 km de túneles recorren el subsuelo de este municipio rural, un campo de batalla subterráneo donde los intereses de un gigante minero chino, un grupo criminal armado y miles de mineros artesanales desesperados chocan violentamente.

En 2019, la empresa china Zijin Mining pagó más de 1000 millones de dólares por los derechos de la mina de oro legal más grande de Colombia. Desde entonces, la empresa se ha enfrentado a retos que van mucho más allá de los geológicos.

"Esta mina es única en el mundo. Estamos ante un conflicto armado subterráneo", declaró Eduardo Jiménez, director de seguridad de la mina y exoficial de las fuerzas especiales, en una transmisión de Caracol Televisión en 2024.

Un minero trabaja en una mina de oro ilegal en San Antonio, un remoto pueblo de montaña cerca de Buriticá, en el departamento de Antioquia, Colombia. [Raúl Arboleda/AFP]
Un minero trabaja en una mina de oro ilegal en San Antonio, un remoto pueblo de montaña cerca de Buriticá, en el departamento de Antioquia, Colombia. [Raúl Arboleda/AFP]

Trabajadores acribillados por hombres armados

La amenaza más implacable proviene del Clan del Golfo, que es en Colombia la más grande organización criminal, y que ahora controla alrededor del 60 % de los túneles de la mina, según la empresa.

Hombres armados con rifles, bombas improvisadas y cilindros explosivos atacan regularmente a los trabajadores legales.

En uno de los ataques más mortíferos, una explosión en mayo de 2023 mató a dos miembros del personal de seguridad e hirió a otros 14.

"Esto es una guerra de trincheras. Están a 30 metros de nosotros, disparando, amenazando", dice Esteban López, un trabajador que sobrevivió a la explosión y aún tiene esquirlas en el cuerpo.

La empresa equipa a su personal no solo con cascos y linternas, sino también con chalecos antibalas y cascos reforzados con Kevlar. "Utilizamos protección de grado militar solo para trabajar en una mina", afirma López.

Zijin incluso ha convertido vehículos mineros en improvisadas unidades blindadas para recuperar túneles tomados por grupos ilegales.

Una mano de obra oculta

Pero bajo las balas y las barricadas se esconde otra realidad prácticamente ignorada: miles de mineros artesanales que se juegan la vida en los mismos túneles.

Muchos, como "Pedro" (nombre ficticio), llegaron durante la fiebre del oro que comenzó a finales de la década de 2000 y ahora soportan condiciones inimaginables, trabajando y viviendo bajo tierra hasta 30 días seguidos.

"El clan no extrae el oro, nosotros lo hacemos. Se queda con un 10% y nos vende todo: mercurio, pólvora, incluso comida", dice Pedro.

Las autoridades estiman que más de 2000 mineros viven bajo tierra en esta economía sumergida. Sin baños, ventilación ni asistencia médica, los mineros duermen en hamacas entre ratas y sobreviven con el miedo constante a las fugas de gas, los derrumbes o los ataques.

Zijin culpa al gobierno por no garantizar la seguridad.

Ha enviado repetidas cartas al presidente de Colombia. En julio de 2024 demandó a Colombia a través del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias sobre Inversiones.

"No se trata solo de una cuestión de orden público, sino de una crisis humanitaria que exige una intervención social a largo plazo", afirmó un empleado de la empresa citado por los medios locales.

Desde la otra orilla del conflicto, los mineros artesanales reclaman soluciones reales.

"No somos delincuentes, estamos tratando de sobrevivir", dice Pedro. Muchos de ellos han vivido en la región durante generaciones, pero ahora operan en un limbo legal, sin licencias ni apoyo y bajo la vigilancia de grupos armados.

El oro que yace bajo Buriticá, potencialmente 300 toneladas, es a la vez una bendición y una maldición. Los precios mundiales han alcanzado máximos históricos y la mina se ha convertido en uno de los activos más rentables del país y al mismo tiempo en uno de los más peligrosos.

Mientras el Clan del Golfo sigue financiando su expansión con oro manchado de sangre, ni la multinacional, ni sus trabajadores, ni los mineros informales ven una salida.

"Lo que necesitamos es que el Estado finalmente mire hacia abajo [a las minas]", dijo López antes de bajar una vez más a los túneles.

¿Le gusta este artículo?


Captcha *