Sociedad
Los habitantes de El Dorado (Venezuela), sumidos en la pobreza, compran y venden con motas de oro
En una empobrecida comunidad minera de Venezuela, los habitantes pueden comprar un paquete de harina de maíz por 0,02 gramos de oro.
![Un hombre abona en una tienda con gramos de oro, que es el principal medio de pago en la ciudad minera de El Dorado, Venezuela. [Pedro Mattey/AFP]](/gc4/images/2025/06/24/50935-eldorado2-600_384.webp)
Por AFP |
EL DORADO, Venezuela -- En la comunidad minera venezolana de El Dorado, la mayoría de los habitantes llevan consigo oro en lugar de tarjetas o dinero en efectivo para pagar los alimentos.
Viven en un pueblo que lleva el nombre de la mítica Ciudad de Oro y de riquezas incalculables, pero la mayoría de ellos son pobres.
Los comerciantes utilizan balanzas para pesar cuidadosamente las motas que los clientes guardan en frascos de plástico o envueltas en trozos de papel, y los productos se venden a peso de oro.
Por 0,02 gramos se puede conseguir un paquete pequeño de harina de maíz, por un gramo se puede comprar una bolsa preenvasada de comestibles que incluye harina, fideos, aceite, margarina, ketchup y leche en polvo.
![Vista aérea de El Dorado (Venezuela), ciudad minera situada en el corazón de lo que el gobierno ha denominado Arco Minero del Orinoco. A pesar de su enorme riqueza mineral, la región se ve azotada por la minería ilegal, el crimen organizado y la economía clandestina, en la que el polvo de oro suele ser moneda de cambio. [Hirsaid Gómez/AFP]](/gc4/images/2025/06/24/50933-eldorado-600_384.webp)
![Un trabajador en una mina de oro artesanal en la localidad de El Dorado, Venezuela. [Pedro Mattey/AFP]](/gc4/images/2025/06/24/50936-eldorado3-600_384.webp)
Con un gramo de oro se pueden comprar bienes por un valor de entre 85 y 100 dólares, pero conseguirlo requiere horas de trabajo extenuante. Con suerte.
"El oro es una bendición que se nos ha dado para que podamos comprar lo que queramos, pero hay que trabajar duro", declaró a AFP José Tobías Tranquini, de 48 años, residente de esta localidad de 5 000 habitantes empleada mayoritariamente en la minería, legal e ilegal.
"Un día en la mina puede que no encuentres nada; hay afortunados que han conseguido hasta un kilo, pero... yo no he tenido esa suerte. Sólo he conseguido un poco", dice Tranquini.
Los habitantes de El Dorado tienen un acceso limitado a los servicios bancarios.
Podrían vender su oro a alguno de las docenas de revendedores que salpican las calles, pero la mayoría prefiere no hacerlo. El oro, a diferencia de la vapuleada moneda venezolana, que ha perdido el 50% de su valor este año, no se deprecia.
Sin oro no hay vida
El Dorado surgió como un fuerte cuando Gran Bretaña y Venezuela se enfrentaron en 1895 por la región de Essequibo, rica en minerales y petróleo, que ahora es el centro de una disputa territorial cada vez más acalorada entre Venezuela y Guyana, que la administra desde hace décadas.
Los vecinos más ancianos de la localidad recuerdan que, cuando llovía, salían partículas de oro de las calles de arcilla de la ciudad.
Hoy en día, las calles están asfaltadas, aunque llenas de baches, y la población se transporta principalmente en motocicletas que circulan estrepitosamente de un lado a otro.
Hilda Carrero, comerciante de 73 años, llegó a El Dorado hace 50 años, durante la fiebre del oro. El pueblo, recuerda, era sólo "selva y serpientes... Era feo".
Carrero vende latas de agua por 0,03 gramos de oro cada una -unos 1,50 dólares-, pero el negocio, como las explotaciones mineras, es irregular. Algunos días no vende nada.
"Sin oro, no tengo vida", suspiró Carrero.
Resulta difícil ganarse la vida en un lugar donde las cuantiosas reservas de oro, diamantes, hierro, bauxita, cuarzo y coltán son fuente de atracción para el crimen organizado y los grupos guerrilleros que practican la minería ilegal y siembran la violencia.
La extorsión a los propietarios de pequeños comercios es habitual, y en cuatro años, hasta 2020, se produjeron 217 asesinatos en enfrentamientos entre bandas criminales rivales.
Los ecologistas también denuncian un "ecocidio" en esta zona intensamente explotada, y los derrumbes de minas se han cobrado decenas de vidas.
Trabajo peligroso
En los alrededores de El Dorado, numerosos campamentos procesan la arena cargada de oro que los mineros extraen a diario.
En cobertizos altos con tejados de zinc, se muelen montañas de arena en máquinas que funcionan con motores de coche modificados, luego se lavan con agua y mercurio para separar el oro de otros metales.
Las partículas diminutas, casi imperceptibles a simple vista, quedan atrapadas en una malla verde, que se sacude para recogerlas.
Finalmente, los gránulos se calientan con un soplete para eliminar las impurezas para que el oro quede listo para comercializarse o venderse.
Es un trabajo duro y peligroso.
"El peligro de esto es el humo" que produce la combustión del mercurio, señaló el dueño de un molino mientras fuma un cigarrillo.
Una familia de cinco personas que trabajaba en una mina visitada por AFP pasó cuatro horas ese día procesando una tonelada de arena.
A cambio de su esfuerzo recibieron un gramo de oro.
"Lo utilizaremos para comprar comida y lo que haga falta en el molino", explicó a AFP un trabajador que pide no ser identificado, mientras aprieta un diminuto grano de oro entre sus ásperas manos.
Fue un buen día.