Medio Ambiente

Colombia utiliza ranas cultivadas en laboratorio para luchar contra el tráfico de especies silvestres

La rana venenosa arlequín, en peligro crítico de extinción, es una de las 14 especies criadas en el laboratorio Tesoros de Colombia, cerca de Bogotá, para combatir el tráfico ilegal de especies silvestres mediante la cría legal en cautiverio.

Una rana venenosa arlequín (Oophaga sylvatica) aparece en la foto de la granja sostenible Tesoros de Colombia, en Nocaima (Colombia). [Raúl Arboleda/AFP]
Una rana venenosa arlequín (Oophaga sylvatica) aparece en la foto de la granja sostenible Tesoros de Colombia, en Nocaima (Colombia). [Raúl Arboleda/AFP]

Por AFP |

NOCAIMA, Colombia -- En las profundidades de los bosques colombianos, a lo largo de un aislado camino de tierra, los conservacionistas crían ranas exóticas raras para combatir a los traficantes de fauna salvaje y proteger a los anfibios en peligro de extinción en el país.

La rana venenosa arlequín (Oophaga histrionica), en peligro crítico de extinción, es una de las 14 especies criadas para la venta en el laboratorio Tesoros de Colombia, cerca de Bogotá.

Esta iniciativa forma parte de un esfuerzo mundial para combatir el tráfico ilegal de especies silvestres proporcionando especímenes criados legalmente en cautiverio.

El comercio ilegal de flora y fauna silvestres es el cuarto negocio ilícito más rentable del mundo, con unos ingresos anuales de 23.000 millones de dólares, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Una rana venenosa arlequín (Oophaga anchicayensis) aparece en la foto de la granja sostenible Tesoros de Colombia, en Nocaima (Colombia). [Raúl Arboleda/AFP]
Una rana venenosa arlequín (Oophaga anchicayensis) aparece en la foto de la granja sostenible Tesoros de Colombia, en Nocaima (Colombia). [Raúl Arboleda/AFP]
Una rana venenosa arlequín (Oophaga histrionica) aparece en la foto de la granja sostenible Tesoros de Colombia, en Nocaima (Colombia). [Raúl Arboleda/AFP]
Una rana venenosa arlequín (Oophaga histrionica) aparece en la foto de la granja sostenible Tesoros de Colombia, en Nocaima (Colombia). [Raúl Arboleda/AFP]

En la COP16 de la ONU sobre biodiversidad, que se celebra del 21 de octubre al 1 de noviembre en Cali (Colombia), los delegados estudian estrategias para combatir la caza furtiva en materias primas derivadas de diversas especies, desde el marfil de elefante hasta las escamas de pangolín.

En Colombia, que alberga cerca del 10% de los anfibios del mundo, las ranas venenosas se capturan vivas en la selva del Chocó y se introducen de contrabando en el extranjero para adornar terrarios extranjeros.

El veneno provoca escalofríos a los recolectores: las ranas segregan una toxina que puede causar insuficiencia respiratoria.

Para frenar el tráfico de estas y otras especies, algunos países han autorizado un comercio legal de vida silvestre.

Costa Rica, otro punto neurálgico de la biodiversidad latinoamericana, ha autorizado programas de cría de mariposas para intentar proteger sus hábitats forestales.

"Si existe una demanda internacional de ranas, es importante proporcionar ranas legales que también puedan reproducirse en (su nuevo) hogar", declaró Iván Lozano, fundador de Tesoros de Colombia.

"Pasaporte" para ranas

En Colombia, el tráfico de ranas es un delito grave, con penas de entre cinco y cerca de doce años de cárcel. Colombia, el segundo país con mayor biodiversidad del mundo después de Brasil, aplica estrictas medidas de protección.

Tesoros de Colombia exporta siete especies de ranas y está a la espera de permisos para otras siete.

"Cuando las exportamos, partimos de la base de que van a un lugar mejor", explica a AFP Alejandra Curubo, técnica veterinaria, mostrando orgullosa a uno de sus pupilos, que acaba de terminar su metamorfosis de renacuajo.

Algunos anfibios de Colombia viajaron más de 5.000 km hacia el norte para llegar al terrario de Michael Heinrichs en Morrison, Colorado, Estados Unidos.

Este coleccionista de 65 años, que trabaja para una empresa de atención médica, ha reunido una colección de 40 especímenes, entre ellos una rana venenosa, que guarda en una habitación a la que llama su "lugar zen".

Heinrichs pagó hasta 1.000 dólares por cada ejemplar comercializado legalmente y dotado de un código único basado en sus patrones de manchas.

"Cada propietario obtiene una rana única, con trazabilidad", comentó Lozano.

La disponibilidad de anfibios legales ha hecho que bajen los precios de los especímenes objeto de tráfico.

La rana venenosa dorada (Phyllobates terribilis) se vendía antes a 150 dólares, pero ahora tiene un precio de catálogo de 40 dólares.

Arca de Noé

Los conservacionistas están divididos sobre las ventajas de legalizar el comercio de especies silvestres.

La revista Science en su edición del 11 de octubre advertía que legalizar el aparentemente insaciable mercado del cuerno de rinoceronte, utilizado en la medicina tradicional de Asia, "podría aumentar la demanda... y complicar la capacidad de las fuerzas del orden para distinguir las fuentes legales de las ilegales".

Lozano tardó años en obtener su primer permiso de exportación colombiano.

Desde que empezó a exportar a Estados Unidos, "el mercado del comercio ilegal de animales procedentes de Colombia se está agotando", afirmó Heinrichs, su cliente en Colorado.

"Hoy en día sería realmente difícil" encontrar ranas colombianas en Estados Unidos, añadió.

La policía colombiana también ha intensificado sus esfuerzos contra los traficantes.

En enero, una mujer fue sorprendida en un aeropuerto con 130 ranas venenosas deshidratadas escondidas en envases de rollos fotográficos en su equipaje.

Lozano espera liberar gradualmente sus ranas en la naturaleza una vez que "la demanda internacional haya disminuido".

Advirtiendo que el tráfico ponía en peligro de extinción especies enteras, Lozano señaló: "Espero que no tengamos que ser un Arca de Noé".

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