Derechos Humanos
Mezquitas cerradas y campos de detención eclipsan el impulso de China para desarrollo del turismo en Sinkiang
El Partido Comunista Chino quiere que los visitantes crean que Sinkiang es próspero y libre, pero persisten signos de opresión religiosa y los notorios campos de detención para musulmanes.
Por Entorno y AFP |
KASGAR, China -- Los viajeros chinos abarrotan los bazares del Kasgar Viejo, comiendo kebabs de cordero y empapándose de la cultura uigur fuertemente mercantilizada, parte de un impulso del gobierno para transformar la problemática Sinkiang en un paraíso turístico.
Kasgar, un antiguo oasis de la Ruta de la Seda, estuvo más recientemente en la primera línea de la amplia campaña antiterrorista de Pekín en la región noroeste.
Las afueras de la ciudad todavía están plagadas de instalaciones que el gobernante Partido Comunista Chino (PCC) alguna vez llamó escuelas vocacionales, pero que investigadores y activistas por los derechos de los uigures describen como campos de detención extralegales para musulmanes.
Se estima que un millón de uigures, hui y otras minorías musulmanas han sido detenidos en la región de Sinkiang desde 2017 en el marco de una campaña gubernamental que la comunidad internacional ha calificado de "genocidio".
Informes, investigaciones y revelaciones han detallado torturas generalizadas, detenciones arbitrarias y violaciones de los derechos religiosos y reproductivos de los musulmanes.
Las acusaciones incluyen trabajos forzados, esterilización obligatoria, violaciones sistemáticas y destrucción de sitios culturales e islámicos uigures.
"A nadie se le permite rezar"
Ahora, después de años de ataques a las tradiciones y formas de vida uigures, el PCC está invirtiendo dinero en presentar una versión de su cultura aprobada por el Estado para atraer a viajeros nacionales y extranjeros.
En una reciente visita de los periodistas de la AFP al casco antiguo de Kasgar, miles de turistas abarrotaban los puestos callejeros que vendían pañuelos de seda y naan humeantes.
Otros visitantes tomaban selfies frente a la mezquita Id Kah de color amarillo pastel.
"El casco antiguo es el corazón y el alma de Kasgar, con una larga historia, una rica cultura y una arquitectura única", comentó una guía turística uigur mientras llevaba por las estrechas calles a los visitantes, principalmente del grupo étnico mayoritario Han de China.
"A muchos turistas les gusta tanto que regresan, inician negocios... y viven aquí junto a otras minorías étnicas como una gran familia".
Docenas de tiendas se adaptaron a una tendencia de "fotos de viajes" tomadas por un fotógrafo profesional, donde los turistas pueden pagar más de 1.500 CNY (205 dólares estadounidenses) para ponerse velos con lentejuelas y posar por la ciudad con ropa uigur.
La celebración de la vestimenta tradicional se produce a pesar de la prohibición que las autoridades impusieron hace unos años a que las mujeres uigures usen velo y que los hombres se dejen barba larga.
Más allá de las actividades turísticas, hay otras señales que apuntan a una pérdida de tradiciones y estilos de vida para los residentes uigures.
En el lugar del antiguo Gran Bazar de Kasgar, justo en las afueras del casco antiguo, yace un montón de escombros.
Según informes, el año pasado las autoridades arrasaron el vasto mercado, donde miles de comerciantes alguna vez vendían telas, especias y otros productos.
Gran parte del casco antiguo también había sido demolido y reconstruido en las últimas décadas como parte de la campaña gubernamental de desarrollo.
La propia mezquita Id Kah ha estado prácticamente cerrada al culto desde 2016. Los musulmanes uigures tienen prohibido rezar allí, excepto durante el Ramadán y otros días santos islámicos y con fines propagandísticos, según las autoridades locales.
Las autoridades chinas en junio comenzaron a vender entradas a turistas para visitar la mezquita.
La policía de Kasgar comentó a Radio Free Asia que la mezquita estaba abierta para los visitantes pero no para los fieles.
"No estoy seguro de cuánto dinero paga cada visitante, pero estoy seguro de que a la gente se le permite entrar a la mezquita", señaló un oficial que pidió no ser identificado, como es práctica habitual.
Confirmó que "nadie puede rezar" dentro de la mezquita a menos que lo permita el gobierno.
"Publicidad positiva"
Durante mucho tiempo los funcionarios chinos han visto el turismo como una forma de desarrollar Sinkiang, rico en recursos pero históricamente empobrecido.
El mes pasado, el presidente Xi Jinping pidió a los funcionarios "fortalecer la publicidad positiva y mostrar el nuevo ambiente de apertura y confianza en sí mismo de Sinkiang".
La oficina de turismo de la región planea gastar más de 700 millones de CNY (96 millones de dólares estadounidenses) en 2023, más del doble de su presupuesto anterior a la pandemia en 2019.
Se ha anunciado una serie de nuevos proyectos en todo Sinkiang, desde hoteles de lujo hasta campings, rutas ferroviarias y parques de actividades.
Incluyen acuerdos por un total de 12.600 millones de CNY (1.720 millones de dólares estadounidenses) con marcas hoteleras occidentales como Hilton, Sheraton e InterContinental, informó en junio el periódico People's Daily, dirigido por el PCC.
El turismo también ha brindado una oportunidad para que Pekín responda a las críticas a su política en la región.
"¿La gente parece oprimida? ¿Parece la ciudad una prisión al aire libre como decía Estados Unidos?" escribió una periodista vinculado al estado en julio en Twitter (la plataforma rebautizada como X, que está bloqueada en China) junto con clips de ella cenando y bailando con lugareños de Kasgar.
China ha desestimado un informe de las Naciones Unidas que detalla abusos "graves" que pueden constituir "crímenes contra la humanidad" y ha criticado las acusaciones estadounidenses de "genocidio".
El Ministerio de Asuntos Exteriores chino declaró a la AFP que en Sinkiang "la vida de la gente mejora continuamente, los espacios culturales prosperan y la religión es armoniosa y agradable".
Mezquitas cerradas
Pero fuera de la principal ruta turística, en la ciudad de Yengisar, de mayoría uigur, los periodistas de AFP vieron un cartel en un cementerio que prohibía las "actividades religiosas" islámicas como arrodillarse, postrarse, rezar con las palmas hacia arriba y recitar las Escrituras.
El mismo letrero permitía ciertas ofrendas para la Festividad de Qingming, que normalmente observaban los han, pero no los uigures.
Alrededor de una docena de mezquitas en otras ciudades y pueblos alrededor de Kasgar están cerradas y en ruinas.
A algunos parecían haberles quitado los minaretes y otros símbolos islámicos, y muchos llevaban el mismo eslogan del gobierno: "Ama al país; ama al partido".
En Kasgar, no más de dos docenas de hombres uigures, en su mayoría ancianos, fueron vistos entrando a la mezquita de Id Kah para las oraciones del viernes por la tarde, muy superados en número por los turistas. Es un marcado cambio con respecto a los miles de creyentes que se congregaban aquí hace una década.
Otras tres mezquitas comunitarias a unos cientos de metros de allí estaban cerradas durante la visita de AFP. A dos pasos de una de ellas había una tienda que anunciaba productos para adultos.
Estos cierres se consideraron en gran medida "innecesarios hasta la reciente ola de represión" que comenzó en 2017, explicó Rian Thum, estudioso de la historia uigur de la Universidad británica de Manchester.
"La destrucción de lugares religiosos... forma parte de un conjunto más amplio de políticas que están transformando el paisaje y desconectando la cultura uigur de la geografía" de Sinkiang, dijo Thum a la AFP.
Los recordatorios más evidentes de las políticas de Pekín aún se encuentran en la periferia de Kasgar, que alberga muchos de los supuestos campos de internamiento.
Si bien algunos parecen haber sido readaptados o abandonados, otros parecen seguir funcionando, y su exposición provoca inquietud de las autoridades.
"¡No tomes ninguna foto!", gritó una mujer en un coche camuflado que siguió a los periodistas de AFP hasta un complejo anodino en un polígono industrial desolado, ubicado a una hora en coche de la ciudad.
"Eso no está permitido por aquí".