Crimen y Justicia
Perú combate epidemia de extorsión
El crimen organizado en Perú ha aumentado drásticamente, impulsado por la crisis migratoria venezolana, el tráfico de armas y la llegada de pandillas como el Tren de Aragua de Venezuela.
Por AFP |
TRUJILLO, Perú -- Con arma en mano, el Coronel Víctor Revoredo y su equipo vigilan una pequeña casa donde podría esconderse uno de los criminales más buscados en Trujillo, el epicentro de la extorsión en el norte de Perú.
"Aquí vive Cortadedos", susurra el jefe de un grupo de trabajo antiextorsión que intenta limpiar la ciudad de poco más de un millón de habitantes, la tercera más grande del país andino.
Fue en Trujillo en 2006 que las pandillas comenzaron a imponer sus violentos métodos de extorsión, exigiendo un "impuesto" al sector del transporte, según el exministro de Seguridad, Ricardo Valdés.
Hoy en día, "el crimen organizado se ha generalizado y es la principal fuente de ingresos de las bandas", afirma a AFP.
Los ricos y las grandes empresas no son el único objetivo: los pequeños comerciantes de los distritos más pobres, donde muchos trabajan en la economía informal, también son víctimas de los delincuentes.
Revoredo lo describe como una "pandemia del crimen".
Los comercios, los conductores de mototaxis y las escuelas son víctimas de extorsión.
"Si no quieres que corra sangre, paga 20.000 soles" (poco más de 5.000 dólares), reza un mensaje amenazador compartido por el padre de un empresario recientemente asesinado.
Si el pago no se realiza rápidamente, las bandas empiezan a intimidar a sus víctimas disparando contra sus casas o negocios, según otros testimonios anónimos recogidos por AFP.
"La muerte es interminable"
Revoredo dijo que varias organizaciones criminales le habían puesto el precio de 40.000 dólares a su cabeza, incluidas las dos principales que operan en la ciudad, Los Pulpos y La Jauría.
La policía había intensificado la búsqueda de "Cortadedos", cuyo nombre real es Jean Piero García, miembro de Los Pulpos, después del secuestro en agosto del hijo de un empresario al que le mutilaron seis dedos para presionar a su padre a pagar un rescate de 3 millones de dólares.
Cuando Revoredo y su equipo ingresaron a la modesta casa en el barrio El Porvenir de Trujillo, el sospechoso ya se había dado a la fuga. Fue capturado dos días más tarde en el mismo barrio.
"El crimen no nos está derrotando. No hemos triunfado. Todavía tenemos mucho por hacer", afirmó Revoredo.
Los Pulpos y La Jauría imponen sus marcas y reinados del terror con pegatinas en el exterior de casas y vehículos con la imagen de un pulpo o un puma amarillo, como reflejo de sus nombres.
"La vida es corta, la muerte es interminable", proclama la pegatina de Los Pulpos.
Se calcula que las pequeñas empresas peruanas pierden aproximadamente 1.600 millones de dólares al año a causa del crimen organizado, según una asociación que las representa.
"Solidaridad"
Si bien la extorsión es un problema en toda Latinoamérica, recientemente adquirió proporciones alarmantes en la capital peruana con el asesinato de tres conductores de autobús.
El gobierno declaró el estado de emergencia en algunas zonas de la ciudad, de unos 10 millones de habitantes, y desplegó al ejército para reforzar la seguridad después de que los trabajadores del transporte se declararan en huelga en septiembre.
El 23 de octubre se celebraron nuevas marchas de protesta, que suscitaron una expresión de "solidaridad" por parte de la presidenta, Dina Boluarte.
"No dejaremos de luchar contra el crimen con acciones de inteligencia y operaciones policiales", afirmó.
Desde enero se han registrado más de 14.000 denuncias por extorsión en todo el país, según la policía.
El crimen organizado ha crecido considerablemente en los últimos años en Perú debido a la crisis migratoria de Venezuela, el tráfico de armas y la llegada de poderosas bandas como el grupo de delincuencia transnacional venezolano Tren de Aragua, reconoció recientemente el gobierno.
En abril, el docente Diomedes Sánchez recibió amenazas: debía pagar 2.500 dólares o volarían por los aires la pequeña escuela que abrió en Trujillo hace 20 años.
Cuando se negó, arrojaron una bomba fuera de la escuela.
"Tuvimos que suspender las clases durante una semana", explicó a AFP este hombre de 50 años. "Ya no podemos trabajar en paz".