Seguridad
Colombia paga a jóvenes en riesgo "para que no maten"
Varias regiones de Colombia siguen atrapadas en conflictos violentos entre bandas criminales, lo que deja cicatrices duraderas en los niños que crecen en esos entornos.
Por AFP |
BUENAVENTURA, Colombia -- Al crecer en un barrio colombiano gobernado por criminales y sus leyes mafiosas, Franklin Mina estaba destinado a convertirse en un gángster.
Sin embargo, hoy, a sus 27 años, el joven estudia trabajo social en una escuela técnica y dirige un pequeño negocio en Buenaventura, una ciudad golpeada por la violencia de las pandillas en la costa del Pacífico de Colombia.
Mina es uno de los beneficiarios de un programa gubernamental que paga a jóvenes colombianos de entre 14 y 28 años en zonas de riesgo para que no se metan en problemas.
Recibe el equivalente a unos 250 dólares al mes, con los que compró una computadora, una impresora y útiles para abrir una papelería.
"Desde pequeño supe lo que es un arma, lo que es una bala", relató Mina a la AFP al recordar su infancia en Buenaventura, en el departamento de Valle del Cauca.
Con 324.000 habitantes, esa ciudad, como muchas otras en Colombia, está a merced de una violenta disputa entre bandas criminales.
Ese tipo de infancia, afirmó Mina, "deja cicatrices que afectan al ser y la mente del joven".
"Para mi familia"
Al lanzar el año pasado el programa "Juventud en Paz", el presidente colombiano, Gustavo Petro, aseguró que miles de jóvenes colombianos con pocas opciones, como Mina, recibirán dinero "para no matar, para no participar en la violencia, para estudiar".
El gobierno no ha especificado cuánto dinero se ha destinado a la iniciativa ni cuánto tiempo durará.
Desde su inicio en octubre pasado, cerca de 3.000 jóvenes colombianos se han beneficado del programa.
Algunos están en grandes ciudades como Bogotá, la capital, o Medellín, donde el gobierno está negociando una paz con bandas de narcotraficantes herederas del imperio del fallecido capo de la cocaína Pablo Escobar.
Otros provienen de asentamientos más pequeños en los departamentos de Cauca y Valle del Cauca, donde las pandillas y otros grupos armados se financian con el tráfico de drogas, la extorsión y otros negocios ilegales.
En Buenaventura, donde la mayoría de los habitantes son afrodescendientes, alrededor del 40% de los residentes vive en la pobreza y uno de cada cuatro está desempleado.
Muchos jóvenes allí no tienen otra alternativa que unirse al mundo del crimen, ya sea por elección o por la fuerza.
"He podido invertir el dinero [de la subvención]... para generar ingresos no sólo para mí sino también para mi familia", dijo Mina, quien destina parte de la ayuda a sus estudios.
Muchos amigos y familiares, añadió, no tuvieron tanta suerte y cayeron en manos de las pandillas.
"Esperamos que esta [iniciativa] pueda ampliarse y generar oportunidades para otros jóvenes como yo", dijo a la AFP.
"Queremos cambiar"
Para calificar, los beneficiarios deben provenir de condiciones de pobreza y vivir expuestos a un alto riesgo de ser reclutados por pandillas.
Además, no deben tener órdenes judiciales pendientes.
Reciben pagos durante un máximo de 18 meses, pero la subvención puede suspenderse si un beneficiario tiene problemas con la ley o deja de asistir a clases, por ejemplo.
El proyecto ha tenido sus detractores.
La oposición colombiana ha afirmado, sin aportar pruebas, que se trata de una artimaña para financiar grupos armados con dinero estatal.
También ha denunciado corrupción en la selección de beneficiarios.
El presidente Petro está tratando de sacar a Colombia de seis décadas de conflicto armado entre guerrillas de izquierda, paramilitares de derecha, cárteles de la droga y militares.
Busca negociar la paz con varios grupos mientras ataca las causas fundamentales de la violencia con proyectos como "Juventud en Paz".
Para Mina, la violencia "es un problema estructural. Pero este es el comienzo para poder transformarnos".
Otra beneficiaria de Buenaventura, Patricia Riascos, de 21 años, que estudia hotelería y turismo, dice que usa el dinero de la beca para pagar su transporte a clase.
También ayuda a su hermano menor, a quien busca desesperadamente alejar de la vida criminal.
"Somos personas que corremos el riesgo de convertirnos en mafiosos, pero en realidad no lo somos", dijo a la AFP.
"Somos personas que queremos cambiar nuestras vidas".